10.8.12

Plan de Lectura o Plan de Tortura

Fui niño y adolescente, y si volviera a serlo, me rebelaría ante mis profesores por querer encasillarme a un horario, tema y título de un libro, no por el claro afán de querer hacer de mí un disciplinado lector, sino por justificar su trabajo asalariado de "profesores innovadores de la educación peruana"_, a partir de una retahíla de estrategias educativas etiquetada como Plan Lector. La palabra plan es tan opuesta a todo lo que tenga que ver con el goce de la lectura porque para leer no necesito de plan, sino de una disposición natural ligada a la curiosidad, y, menos aún, me puedo apoyar en plan alguno para ser lector; eso, hay que dejárselos a aquellos institutos que con fines comerciales nos venden la idea de la lectura veloz ( recuerdo a un promotor de ventas de estos centros de enseñanza acosándome durante todo el mes de junio del 2006 para que adquiriera su paquete educativo, asegurándome que leería muchísimos libros en poquísimo tiempo y..). Estas estrategias educativas que son fácilmente sujetas a ser rebatidas por oponerse rotundamente al placer de leer, de hecho , ¡sí!, responden a un plan lector, sin embargo, el tipo de lectura que deben iniciar nuestros alumnos es, por naturaleza humana, colindante con el placer de satisfacer una serie infinita de curiosidades que, cuando se es niño(cinco o seis años) se pretende apaciguar preguntando a los padres o a los demás miembros de la familia cosas que para un adulto puede resultar absurda y trivial. Paralelamente a este suceso _me refiero a la ansiedad de preguntar de todo, propio del crecimiento de un niño_ está aprendiendo a leer o digo apropiadamente a decodificar. Cuando el niño de cinco, seis o siete años ya aprendió a decodificar es ahí cuando ya empieza a leer, tácitamente incluida la comprensión de lo que se lee, pero esta habilidad se perderá o jamás se terminará de arraigar, si no tenemos un bagaje de elementos estimulantes de la lectura, como son contar con una biblioteca en casa, padres que leen, visitas a ferias de libros, museos, teatro, eventos culturales, más las curiosidades innatas del infante, debates en familia, tareas de investigación, etc. Esta habilidad, recientemente adquirida, el chico la querrá utilizar pues sabe que cuenta con una nueva herramienta, la lectura, que le permitirá satisfacer sus innatas curiosidades, repito, la decodificación, en un primer momento, y la lectura después, con la comprensión tácitamente incluida, y, para llevar a cabo todo esto y de forma tangible, su dinámica mental y corporal llevarán al niño a coger un libro por voluntad propia ya sea del librero de su aula y/o de la infaltable biblioteca de su hogar. Vean, lo penoso de aplicar el Plan de Lectura como se llamó en un inicio, y que los adolescentes, hablo esta vez del nivel secundaria, llamaban en son de burla plan de tortura, además de sus muchas deficiencias, es que generalmente se programa a primera hora del día, aduciendo que el cerebro está fresco; hacer esto es desconocer el reloj biológico del cerebro tanto del niño, del púber como del adolescente (ver el estudio del médico psiquiatra Jeff Deitz: “Children's Sleep: Time For A Wake-Up Call” en el Huffington Post (12/Diciembre/2011) A colación, digo que jamás he visto a un niño, y déjenme decirle que convivo con tres desde hace nueve años (mis tres hijos), y a pesar de que mi biblioteca está colocada antojadizamente para que ésta sea lo primero que ellos vean al levantarse después de dormir; repito, jamás los he visto un sábado, domingo o feriado leer a la misma hora en la que están obligados a hacerlo en el colegio. Sin embargo, sin estar supeditados a horario alguno los observo sacando uno que otro texto por voluntad propia y empezar a leer hasta que por voluntad propia también dejan de hacerlo. En realidad, se lee por curiosidad (cuando después de una charla interesante durante el almuerzo a uno de mis hijos le ha surgido diversas preguntas que su mamá y yo no podemos responder, pero asume que en nuestra biblioteca o en la Internet lo va a hallar), por imitación (incluso en algún momento he visto al más chiquitín servirse una taza de café antes de leer como lo hago yo cuando me dispongo a devorar algún libro), y por invitación (si veo que uno de mis hijos no sabe cómo hallar una respuesta le sugiero algunos títulos o visitar direcciones electrónicas donde creo puede encontrar lo que busca); pero jamás por imposición, y lo que hacen nuestras autoridades educativas, sutilmente, con sus “geniales innovaciones”, es justamente obligar a los escolares a leer sobre un tema específico, título determinado y a una hora obligada(como si a todos les gustara lo mismo y encima a la misma hora) y el mensaje impositivo, lamentablemente, los profesores se encargan de repetirlo cinco veces por semana, veinte al mes y al año ya ustedes sabrán. Si pretendemos asumir que esta forma de iniciar a nuestros hijos en la lectura hará de ellos justos lectores, lo único que lograremos es que le cojan tirria al hecho de escoger un buen libro, y lo que resulta contraproducente es que estamos logrando que todo este andamiaje de estrategias del Estado los aliente a elegir pasquines y libros sórdidos, cuyos autores curiosamente no hacen nada por atrapar lectores, sin embargo, cada vez tienen más adeptos. El entusiasmo del ministerio de educación por el logro del último resultado en las pruebas PISA se revienta como una burbuja, porque aunque hayamos subido algunos escalones como informan los reportes ministeriales, el desenlace es seguir estando en la última parte de la cola, y, por supuesto, la inversión realizada por el Estado hasta hoy no justifica el deshonroso avance. Como aquel niño que solía sacar en los exámenes cero cinco, y a unos días de celebrar su cumpleaños, éste le pide a su padre comprarle una bicicleta; el padre accede sólo si mejora en sus calificaciones. El jovencito a los tres días regresa a casa ya no con cero cinco sino con cero ocho, y el papá le dice: “muy bien hijito has mejorado…Vamos a comprar la bicicleta”.